Por: Maximiliano Catalisano
Si hay algo que todo equipo docente conoce bien, son los protocolos. Esos documentos que se repiten año tras año, cargados de instrucciones, circuitos administrativos y normativas que a veces parecen demasiado formales para la urgencia de la realidad escolar. Sin embargo, cuando se los entiende y adapta correctamente, los protocolos pueden ser una guía útil para actuar con seguridad, evitar improvisaciones y mejorar la convivencia en la escuela.
Los protocolos escolares no deben vivirse como una obligación vacía. Son herramientas que permiten acordar formas de actuar ante situaciones que se repiten con frecuencia: desde la llegada de un alumno con fiebre hasta la toma de decisiones frente a conflictos entre pares o problemáticas más complejas. Tenerlos por escrito no significa burocracia, sino previsión.
Para que no se conviertan en papeles olvidados en un archivo digital, es necesario trabajarlos en los equipos, socializarlos con claridad y actualizarlos cuando el contexto lo demande. No basta con tenerlos redactados. Lo que importa es que estén vivos en la práctica cotidiana: que cada docente, preceptor o auxiliar sepa qué hacer y a quién acudir frente a cada escenario.
Un buen protocolo no resuelve todo, pero sí ordena. Reduce la incertidumbre, permite actuar con rapidez y, sobre todo, da tranquilidad a quienes deben tomar decisiones. Si está claro qué pasos seguir, el foco puede estar puesto en acompañar al estudiante y resolver con sensibilidad cada situación.
También es clave que los protocolos dialoguen con las características de cada institución. No es lo mismo aplicar un protocolo de ingreso a clase en una escuela rural que en un edificio con doble turno en el centro de una ciudad. Por eso es fundamental que los equipos puedan repensarlos, hacerlos propios y revisarlos cada vez que sea necesario.
Cuando se trabajan bien, los protocolos no son solo un respaldo institucional. Son una forma de cuidarnos mejor entre todos, de respetar los acuerdos, de anticiparnos a los problemas y de construir un entorno más claro y seguro para quienes habitan la escuela todos los días.