Por: Maximiliano Catalisano

Las vacaciones son ese momento donde los relojes se detienen un poco y el tiempo se llena de oportunidades para compartir con los chicos. No es necesario gastar de más ni buscar grandes salidas para que las vacaciones sean inolvidables. Crear proyectos familiares en casa, como armar una pequeña huerta, cocinar juntos o hacer manualidades, transforma los días en experiencias llenas de risas, aprendizajes y recuerdos que quedan grabados para siempre en la memoria de los chicos y de los adultos.

La idea de armar una huerta en casa durante las vacaciones entusiasma a los chicos porque les permite ver cómo crecen las plantas que ellos mismos siembran y cuidan. No importa si se tiene un jardín grande o un balcón pequeño, siempre se puede comenzar con macetas, botellas recicladas o cajones de madera. Sembrar semillas de lechuga, rúcula, zanahoria o hierbas como albahaca y perejil es un proyecto accesible que enseña a los chicos el valor de la paciencia y del cuidado diario. Cada mañana, el momento de regar y observar cómo asoman las primeras hojitas se convierte en una actividad compartida que conecta con la naturaleza y con la responsabilidad.

Cocinar en familia es otra propuesta que convierte las vacaciones en un espacio de aprendizaje y diversión. Los chicos pueden participar en la elección de recetas, la compra de ingredientes y la preparación de platos sencillos como panes caseros, galletas, licuados o meriendas con frutas de estación. Amasar, mezclar, cortar con cuidado y ver el resultado final en la mesa fortalece la autoestima de los chicos y crea momentos de conversación distendida entre adultos y niños. Además, cocinar juntos es una forma de incorporar hábitos de alimentación que cuidan el cuerpo mientras se disfruta de sabores caseros.

Las manualidades no pueden faltar en los proyectos familiares para las vacaciones. Preparar masa de sal para modelar figuras, crear instrumentos musicales con materiales reciclados, hacer móviles con hilos y elementos naturales o armar cuadernos con hojas reutilizadas son actividades que invitan a la creatividad sin necesidad de grandes gastos. Los chicos exploran colores, texturas y formas mientras desarrollan su motricidad y expresan su mundo interno a través de lo que crean con sus manos. Las manualidades también permiten decorar la casa con creaciones propias, generando un sentido de orgullo y pertenencia.

Estos proyectos familiares ayudan a ordenar los días de vacaciones sin imponer horarios rígidos, dando estructura al tiempo mientras se sostiene la flexibilidad necesaria para el descanso. Incluir estos proyectos en la rutina diaria puede ser tan simple como dedicar una hora a la huerta por la mañana, preparar juntos la merienda a la tarde y tener una caja de materiales para manualidades disponible para cuando surja la inspiración.

Involucrar a los chicos en la planificación de estos proyectos fortalece su participación y compromiso. Preguntarles qué les gustaría sembrar, qué receta tienen ganas de probar o qué materiales les interesaría utilizar para crear sus manualidades los hace sentir escuchados y valorados, transformando estos momentos en experiencias compartidas y no en actividades impuestas.

Los proyectos familiares durante las vacaciones también son una oportunidad para aprender valores como la paciencia, la constancia y el cuidado del entorno. Los chicos descubren que las plantas necesitan tiempo y atención para crecer, que cocinar implica seguir pasos y respetar tiempos de cocción, y que las manualidades requieren cuidado y dedicación para ver el resultado final. Estos aprendizajes se dan de forma natural mientras se disfruta en familia, sin presiones y sin objetivos que generen estrés.

Las vacaciones en casa pueden ser un tiempo de conexión profunda si se aprovecha la oportunidad de compartir proyectos que sumen al bienestar de todos. No se necesitan grandes inversiones, sino ganas de compartir, de ensuciarse las manos con tierra, de amasar, de pintar y de reírse juntos cuando algo no sale perfecto. Los chicos no buscan actividades impecables, sino adultos presentes que los acompañen y los alienten a descubrir el mundo desde la experiencia.

Crear estos espacios de conexión fortalece los vínculos familiares, genera recuerdos positivos y aporta al desarrollo emocional de los chicos. Las huertas, la cocina y las manualidades se transforman en excusas para conversar, para escuchar sus inquietudes y para disfrutar del tiempo compartido de forma auténtica y sin correr detrás del reloj.

Las vacaciones pasan, pero las experiencias compartidas en familia quedan grabadas en la memoria y en el corazón de los chicos, quienes recordarán esas tardes de tierra en las manos, de olores a galletas recién horneadas y de colores desparramados en la mesa como momentos de felicidad y conexión.