Por: Maximiliano Catalisano

Hay lecturas que abren mundos y otras que nos devuelven hacia nosotros mismos. En un tiempo en que la atención se dispersa entre pantallas y mensajes breves, leer puede parecer un acto simple, casi cotidiano. Pero en realidad, leer profundamente es un gesto de libertad. Cada libro, cada historia, cada palabra que nos invita a pensar, nos da la posibilidad de detener el ruido externo y conectar con lo que sentimos, creemos y soñamos. La lectura no solo forma intelectos: también forma personas conscientes de sí mismas y de su entorno. Por eso, enseñar a leer con sentido es mucho más que enseñar a decodificar textos; es invitar a los estudiantes a encontrarse consigo mismos a través de las palabras.

Leer es, ante todo, una práctica de elección. Cuando una persona decide abrir un libro, está decidiendo dedicar tiempo a reflexionar, a imaginar y a construir significado. En ese sentido, la lectura se vuelve un acto profundamente libre, porque permite elegir qué pensar, cómo pensar y desde qué lugar mirar el mundo. Ningún algoritmo ni moda puede sustituir esa experiencia de libertad interior que se produce al sumergirse en una historia, detenerse en una idea o identificarse con un personaje.

En la escuela, promover la lectura como práctica de libertad implica cambiar la mirada sobre su propósito. No se trata de cumplir con una lista de autores o textos obligatorios, sino de proponer espacios donde los alumnos puedan explorar sus gustos, descubrir géneros, conectar con emociones y desarrollar pensamiento propio. Un aula donde se lee no es un espacio silencioso, sino un espacio lleno de conversaciones invisibles: entre el texto y el lector, entre lo que se dice y lo que se calla, entre lo que se aprende y lo que se siente.

Leer para comprenderse a uno mismo

Cada lectura deja una huella distinta. Hay textos que despiertan preguntas, otros que traen calma, otros que incomodan o movilizan. Esa diversidad de sensaciones convierte a la lectura en un camino de autoconocimiento. A través de los libros, los estudiantes pueden encontrar reflejos de sus experiencias, descubrir emociones que no sabían nombrar o pensar sobre temas que jamás habían considerado. El acto de leer se convierte entonces en un espejo que ayuda a construir identidad, a poner en palabras lo que se siente y a elaborar la propia historia.

Cuando un joven lector se reconoce en un personaje, cuando comprende que sus miedos o sus deseos también fueron escritos por alguien, se produce una conexión emocional poderosa. Esa conexión es una puerta hacia la empatía, la comprensión y la madurez emocional. Leer no solo enseña sobre el mundo exterior, sino también sobre el mundo interior. Por eso, promover el hábito de la lectura en la escuela significa ofrecer herramientas para conocerse y comprender a los demás.

La lectura como diálogo y resistencia

En un contexto donde la información circula velozmente, leer con profundidad es un acto de resistencia. Detenerse, pensar, cuestionar y disfrutar del silencio se vuelve un modo de cuidar la mente y el espíritu. Leer es dialogar con otras épocas, con otras culturas, con ideas distintas a las propias. Ese diálogo continuo alimenta la reflexión y fortalece la capacidad de argumentar, de escuchar y de elegir.

La lectura también es resistencia frente a la homogeneización del pensamiento. En tiempos donde muchas voces intentan decirnos qué pensar o cómo sentir, leer nos devuelve la autonomía. Quien lee mucho desarrolla un sentido crítico, una sensibilidad que le permite distinguir entre lo auténtico y lo superficial, entre la emoción profunda y la manipulación. Cada texto leído con atención contribuye a formar una conciencia más libre y una mente más abierta.

En este sentido, el papel del docente es acompañar ese proceso sin imponerlo. Leer en el aula puede convertirse en una experiencia compartida, donde cada estudiante aporta su mirada, su interpretación y su sensibilidad. La lectura colectiva crea comunidad, pero a la vez respeta la individualidad: cada quien se encuentra con el texto a su manera, sin modelos fijos ni respuestas únicas.

Construir una cultura lectora que libere

Para que la lectura se convierta en una práctica de libertad y autoconocimiento, es necesario que la escuela la trate como un derecho cultural y no como una obligación académica. Los espacios de lectura deben invitar al descubrimiento, no al control; a la exploración, no a la memorización. Un rincón de lectura en el aula, una biblioteca que refleje diversidad de voces y géneros, o proyectos donde los propios estudiantes recomienden libros son estrategias sencillas pero poderosas.

También es importante vincular la lectura con la vida. Leer no solo literatura, sino también poesía, biografías, artículos o textos que dialoguen con las preocupaciones del presente. Así, la lectura deja de ser un acto aislado y se convierte en parte de la experiencia cotidiana. Cuanto más conectada esté la lectura con la realidad de los estudiantes, más sentido adquiere como práctica de libertad.

Además, el uso de la tecnología puede complementar este proceso. Audiolibros, lecturas dramatizadas, clubes virtuales o proyectos de escritura colaborativa son formas actuales de mantener viva la curiosidad lectora. La clave está en no perder el sentido profundo del acto: leer no es consumir información, es pensar, imaginar y sentir.

La lectura que transforma

Cuando un alumno descubre que un libro puede cambiarle la manera de ver el mundo, ya no vuelve a ser el mismo. Esa transformación interior es el verdadero poder de la lectura. No hay aprendizaje más duradero que aquel que nace del deseo de comprender. Por eso, fomentar la lectura como práctica de libertad y autoconocimiento es apostar por una educación que no solo forme mentes, sino también almas curiosas, sensibles y pensantes.

La lectura no se enseña solo con manuales, sino con el ejemplo. Un docente que comparte lo que lee, que habla de sus emociones frente a un texto o que se deja interpelar por las ideas de sus alumnos, transmite algo más profundo que un contenido: transmite una forma de estar en el mundo. Leer con otros es una invitación a crecer juntos, a aprender a pensar con autonomía y a descubrir que la verdadera libertad comienza cuando somos capaces de mirarnos por dentro.