Por: Maximiliano Catalisano
Desde tiempos ancestrales, contar historias ha sido una forma de transmitir conocimientos, valores y emociones. En la escuela, la narración oral conserva esa fuerza especial que conecta a los estudiantes con la palabra viva, con la imaginación y con la tradición cultural. En un mundo dominado por pantallas y estímulos visuales, escuchar un relato contado en voz alta se convierte en un oasis que invita a detenerse, prestar atención y dejarse llevar por las imágenes que brotan en la mente. La narración oral tiene un poder que no solo emociona, sino que también enseña, y su presencia en el aula puede transformar la manera en que los alumnos se relacionan con el aprendizaje.
La narración como puente de comunicación
Cuando un docente, un bibliotecario o incluso un compañero toma la palabra para narrar, se establece un puente de comunicación único. El tono de voz, los silencios, los gestos y la mirada convierten el relato en una experiencia compartida. A diferencia de leer un texto en silencio, la narración oral apela directamente a la escucha activa y genera un clima de intimidad que favorece la atención y la participación.
Este tipo de encuentro despierta la capacidad de imaginar, ya que cada oyente recrea la historia a su manera. Lo interesante es que la narración no solo comunica lo que se cuenta, sino también cómo se cuenta. La entonación puede resaltar emociones, los silencios intensificar un misterio y los gestos transmitir complicidad.
Beneficios de la narración en el aula
La narración oral en la escuela ofrece múltiples beneficios para el aprendizaje. En primer lugar, enriquece el vocabulario y mejora la expresión oral, ya que los estudiantes escuchan nuevas palabras y estructuras lingüísticas que luego pueden incorporar en su propio discurso. También favorece la memoria, al retener fragmentos de relatos, y estimula la creatividad, ya que los alumnos suelen inspirarse para crear sus propias historias.
Además, la narración fortalece la comprensión lectora, incluso antes de enfrentarse al texto escrito, porque enseña a identificar personajes, escenarios, problemas y resoluciones. Al escuchar relatos de diferentes culturas, se amplía la visión del mundo y se fomenta la empatía hacia realidades diversas.
Estrategias para incorporar la narración
Existen múltiples maneras de trabajar la narración oral en la escuela. Una práctica frecuente es la de dedicar un momento semanal al relato de cuentos tradicionales, leyendas locales o historias creadas por el mismo docente. Esta actividad puede complementarse con dramatizaciones sencillas, donde los estudiantes actúan partes de la narración, potenciando la expresividad y la confianza en sí mismos.
También es posible invitar a narradores orales profesionales, quienes con su experiencia transmiten no solo historias, sino también técnicas que luego los estudiantes pueden imitar. Otra estrategia valiosa es proponer a los alumnos que narren cuentos a los más pequeños de la institución, lo que refuerza el vínculo entre niveles educativos y les brinda una experiencia formativa inolvidable.
Narrar para fortalecer la identidad
La narración oral tiene además una dimensión cultural muy significativa. Contar leyendas, mitos o historias locales contribuye a preservar la memoria colectiva y a reforzar la identidad de la comunidad escolar. Los relatos transmitidos oralmente llevan consigo valores, formas de ver el mundo y enseñanzas que atraviesan generaciones.
De este modo, la escuela se convierte en un espacio donde la tradición se actualiza y cobra vida. Al escuchar historias que pertenecen a su lugar de origen, los estudiantes sienten que forman parte de una historia más grande, que los conecta con sus raíces y les da un sentido de pertenencia.
El poder de la narración oral en la escuela radica en su capacidad de generar emoción, aprendizaje y comunidad. No se trata solo de contar cuentos, sino de recuperar una práctica ancestral que sigue teniendo vigencia y que enriquece la experiencia educativa. Escuchar una historia narrada en voz alta es una invitación a detenerse, imaginar y compartir, algo que los estudiantes necesitan tanto como los contenidos académicos.
Integrar la narración oral en el aula no requiere grandes recursos, sino tiempo, disposición y la convicción de que las palabras habladas tienen la capacidad de transformar. Cada relato puede convertirse en un viaje, en una lección y en un recuerdo que los alumnos guardarán para siempre.