Por: Maximiliano Catalisano

Hay momentos en la vida escolar en los que la conexión entre docente y estudiante se quiebra. No siempre sucede por un hecho puntual; a veces es un cúmulo de situaciones, expectativas no cumplidas o malentendidos que terminan por levantar un muro invisible. Recuperar ese vínculo puede parecer una tarea cuesta arriba, pero es posible. Lo importante es comprender que detrás de cada gesto de desconfianza hay una historia, y que las estrategias para acercarse deben ser cuidadosas, respetuosas y sostenidas en el tiempo. Un estudiante que siente que ya no puede confiar en su docente no está cerrando la puerta al aprendizaje, sino manifestando que necesita sentirse seguro antes de volver a abrirla.

El primer paso para reparar la relación es aceptar que algo se rompió. Negar el problema o actuar como si nada hubiera pasado suele profundizar la distancia. Reconocer que la confianza se ha debilitado y mostrar disposición para mejorar la comunicación transmite un mensaje claro: el vínculo importa. Este reconocimiento no implica culpabilizar a nadie, sino admitir que la relación necesita atención.

Escuchar se convierte en la herramienta más valiosa. No se trata únicamente de oír palabras, sino de comprender emociones, detectar lo que se dice entre líneas y mostrar interés genuino. Muchas veces el estudiante no busca una solución inmediata, sino sentirse comprendido. Preguntar de manera abierta y sin juicio puede ser el inicio de un diálogo reparador. Un “quiero entender cómo te sentís con esta situación” abre más puertas que un “tenemos que resolver esto ya”.

La paciencia juega un papel fundamental. Quien ha perdido la confianza necesita tiempo para observar cambios, comprobar que las actitudes son coherentes y que no se trata de un gesto pasajero. En este sentido, la constancia es más poderosa que las promesas. Un compromiso sostenido a lo largo de las semanas genera más impacto que un discurso bien intencionado en un solo encuentro.

Las acciones concretas son esenciales. No basta con expresar voluntad: el estudiante debe percibir cambios reales en la forma de enseñar, de comunicarse o de evaluar. Pequeños gestos como adaptar una consigna, dar más margen para responder o reconocer un esfuerzo pueden ser señales de que el docente está atento a sus necesidades. Cada demostración de respeto y cuidado contribuye a derribar el muro.

Otro aspecto importante es revisar la manera en que se abordan los errores. Si el estudiante siente que cada fallo es un motivo de reproche público o de sanción excesiva, difícilmente se animará a participar o a involucrarse. Cambiar el enfoque hacia uno que vea el error como parte natural del aprendizaje puede devolverle la seguridad. La retroalimentación constructiva, con ejemplos claros y propuestas de mejora, reemplaza el miedo por confianza.

También es útil crear oportunidades de interacción fuera de las dinámicas habituales de clase. Espacios de conversación más distendidos, proyectos que integren sus intereses o actividades que lo vinculen con sus compañeros de manera positiva pueden ser el terreno ideal para reconstruir la relación. En ocasiones, la confianza no se recupera en el aula formal, sino en esos momentos donde las jerarquías se sienten menos rígidas.

Es fundamental no caer en la trampa de esperar resultados inmediatos. Reconstruir un vínculo roto es un proceso que avanza de forma gradual. Algunos estudiantes responden rápidamente a los gestos de apertura, mientras que otros requieren más tiempo y experiencias positivas para bajar la guardia. Mantener la coherencia, incluso cuando no se ven avances inmediatos, demuestra compromiso y seriedad.

La comunicación con la familia puede ser un apoyo importante. No se trata de trasladar el problema, sino de sumar miradas y comprender mejor el contexto del estudiante. Un diálogo respetuoso con los adultos responsables puede aportar pistas sobre lo que está influyendo en su comportamiento y ayudar a encontrar estrategias conjuntas.

Por último, es clave que el docente también se cuide. Acompañar a un estudiante en un proceso de reconstrucción de confianza puede ser emocionalmente demandante. Buscar apoyo en colegas, reflexionar sobre las propias prácticas y reconocer los avances, por pequeños que sean, evita el desgaste y mantiene la motivación para seguir intentándolo.

Sostener el vínculo con un estudiante que ya no confía es un desafío que exige sensibilidad, paciencia y acciones coherentes. No se trata de convencerlo con palabras bonitas, sino de construir un camino donde pueda sentirse seguro para volver a abrirse al aprendizaje. Cuando esa confianza se recupera, no solo se repara una relación: se refuerza la certeza de que la educación es también un encuentro humano que deja huellas.