Por: Maximiliano Catalisano

Las pruebas de selección no se rinden de un día para el otro. Aunque muchas veces el aviso de convocatoria parece llegar sin previo aviso, lo cierto es que quienes logran buenos resultados no improvisan. Detrás de un buen examen, hay estrategia. Hay tiempo invertido. Hay estudio organizado. Hay decisiones tomadas con cabeza fría y con una mirada amplia del sistema educativo. Si estás pensando en anotarte o ya lo hiciste, este artículo es para vos: vas a encontrar claves para empezar a prepararte hoy, aunque falten meses. Porque anticiparse no solo da tranquilidad: también te da una ventaja silenciosa.

Conocer el rol por el que te presentás es mucho más que saber el nombre del cargo. Significa comprender qué se espera, qué tareas se realizan, qué documentos lo respaldan y cómo se articula con otros puestos dentro de la escuela o institución. Un error común es estudiar sin foco, leyendo normativas al azar o copiando respuestas de exámenes anteriores sin analizar qué sentido tienen hoy. Lo primero que deberías hacer es revisar el marco normativo del cargo: cuáles son las resoluciones clave, qué dicen los diseños curriculares, qué funciones están asignadas, cómo interviene ese rol en la vida escolar cotidiana. Si no sabés por dónde empezar, pedí ayuda a alguien que ya haya concursado o participá de un grupo de estudio. Pero no estudies sin mapa.

El temario no alcanza: qué más mirar

Muchos aspirantes se enfocan únicamente en el temario oficial, sin explorar otras dimensiones importantes que aparecen en los exámenes. Por ejemplo, la comprensión de contexto institucional, el vínculo con las familias, el trabajo en equipo o la gestión de conflictos. Estos temas no siempre aparecen como títulos en las resoluciones, pero sí como preguntas en las pruebas. Para abordarlos con solidez, te conviene sumar lectura de artículos, participar de espacios de formación, leer experiencias de escuelas reales o repasar casos concretos. La clave está en leer con una pregunta en la cabeza: “¿Qué haría yo si tuviera ese cargo?”. Esa pregunta, repetida una y otra vez, te ayudará a unir teoría con práctica.

Armá una carpeta de estudio digital

No confíes tu preparación a papeles sueltos. Usá una carpeta digital donde guardes todo lo que vayas trabajando: resoluciones, resúmenes, modelos de examen, anotaciones, ejemplos reales. Usá colores, etiquetas, hipervínculos. Hacé que ese archivo sea tu cuaderno de batalla, fácil de consultar y ampliar cada semana. Si estás familiarizado con Drive, Notion, OneNote o alguna app de organización, aprovechalas. Si no, podés hacerlo con carpetas comunes, pero la organización es clave para no perder tiempo buscando cada cosa cada vez que estudiás.

Una hora por día vale más que una maratón

La preparación para las pruebas de selección se parece más a una carrera de resistencia que a un sprint. No se trata de encerrarse un fin de semana entero a leer todo, sino de sostener el ritmo durante semanas o meses. Con una hora diaria bien planificada podés lograr mucho más que con tardes caóticas. Dividí los contenidos en bloques, asigná días para cada tema, programá repasos y dejá espacios para simulacros. La constancia vence al cansancio.

Cómo armar respuestas con sentido

Una buena respuesta no es solo repetir la normativa. Es mostrar que comprendés el contexto y que podés intervenir con criterio. Al preparar tus posibles respuestas, usá ejemplos reales, conectá los contenidos con situaciones escolares concretas, mencioná documentos oficiales, pero explicalos con tus palabras. No copies lo que diría un manual: contá lo que harías vos. Si lográs que quien corrija sienta que estás listo para asumir ese rol, tenés medio camino hecho.

Entrenamiento emocional

No todo es lectura. También hay que prepararse emocionalmente. Los nervios, la ansiedad, el miedo al examen en blanco pueden jugar en contra. Por eso, ensayá respuestas en voz alta, participá de simulacros con colegas, buscá feedback, acostumbrate a pensar bajo presión. La seguridad se entrena, no aparece sola. Cuanto más practiques, más natural va a resultarte el examen real.

La experiencia vale, pero no alcanza sola

Tener muchos años en el sistema educativo no garantiza un buen resultado. Las pruebas requieren argumentación, actualización y conocimiento del marco normativo. La experiencia te da contexto y ejemplos, pero si no los conectás con lo que el examen pide, puede jugar en contra. No te confíes: estudiá como si fuera la primera vez, pero trayendo todo lo que sabés. Esa combinación puede darte una ventaja clave.

Evaluá tus progresos

Una vez por mes, hacé una autoevaluación. ¿Cuántos temas tenés dominados? ¿Qué resoluciones te cuestan? ¿Podés explicar con claridad qué harías en determinada situación escolar? Si no, volvé sobre ese punto. La preparación no es lineal: a veces hay que volver a revisar. Eso también es parte del proceso.

Prepararse es también crecer

Estudiar para una prueba de selección no es solo buscar un cargo. Es también una oportunidad para revisar prácticas, mirar con otros ojos la escuela, descubrir nuevas formas de pensar la tarea. Es una forma de crecimiento profesional y personal. Aunque no ganes la primera vez, lo aprendido queda. Y la próxima vez, llegarás mejor.

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