Por: Maximiliano Catalisano
Hablar en público es uno de los desafíos más grandes que enfrentan los estudiantes durante su paso por la escuela secundaria. No importa si se trata de exponer un tema en clase, presentar un proyecto o participar en un debate, la mayoría siente nervios, inseguridad y temor al equivocarse frente a sus compañeros. Sin embargo, aprender a expresarse con confianza es una habilidad que marcará su vida académica, profesional y personal. La buena noticia es que el miedo no tiene que ser un obstáculo definitivo, sino una oportunidad para crecer, y el aula puede convertirse en un espacio donde los jóvenes encuentren apoyo y herramientas para desarrollar la seguridad necesaria al hablar frente a los demás.
Cuando un estudiante logra superar la timidez y se anima a exponer sus ideas, no solo transmite información: demuestra confianza, claridad y capacidad de comunicación. Estos aprendizajes se convierten en un capital que trasciende lo escolar y se proyecta hacia entrevistas de trabajo, reuniones profesionales y situaciones de la vida cotidiana. Enseñar a hablar en público sin miedo es preparar a los adolescentes para un futuro donde la palabra es una herramienta poderosa.
Comprender el miedo como primer paso
El temor a hablar frente a un grupo no aparece de manera espontánea, sino que suele estar vinculado a experiencias previas, a la presión por no cometer errores o al temor de ser juzgado. Comprender que el miedo es natural y que lo sienten incluso los grandes oradores es un primer paso fundamental. Los estudiantes necesitan saber que no están solos en ese proceso y que es posible transformarlo en energía positiva.
Los docentes pueden acompañar esta etapa inicial generando un clima de confianza donde se valore el esfuerzo y no únicamente el resultado. Pequeñas intervenciones como permitir exposiciones breves, trabajar en grupos reducidos o dar devoluciones constructivas ayudan a que los adolescentes se sientan más seguros antes de enfrentarse a audiencias más grandes.
Técnicas para ganar confianza
Hablar en público no es un talento innato reservado para unos pocos, sino una habilidad que se entrena. La práctica constante es clave y debe comenzar con ejercicios simples que luego se vuelvan más complejos. Leer en voz alta, explicar un concepto en pareja o presentar una idea en un grupo pequeño son pasos iniciales que permiten a los estudiantes acostumbrarse a escucharse y a ser escuchados.
Otra técnica fundamental es el control de la respiración. Los nervios suelen generar ansiedad, que se traduce en palabras atropelladas o pausas forzadas. Enseñar a los jóvenes a respirar de manera consciente antes y durante una exposición ayuda a regular el ritmo y a transmitir calma. Del mismo modo, el uso de gestos, la postura erguida y el contacto visual son recursos que fortalecen la seguridad y captan la atención del público.
El ensayo también cumple un papel central. Repetir varias veces una presentación, grabarse para escuchar la propia voz o ensayar frente a compañeros de confianza permite corregir detalles y ganar fluidez. Cuando el estudiante llega al momento de hablar ya habiendo practicado, la ansiedad disminuye porque sabe qué decir y cómo decirlo.
El rol de la escuela en la construcción de la oratoria
La escuela secundaria tiene la oportunidad de transformar el miedo en aprendizaje al convertir la oratoria en una práctica cotidiana. Incluir presentaciones orales como parte de distintas materias, organizar debates, simulacros de conferencias o actividades teatrales enriquece la experiencia de los estudiantes y les brinda escenarios donde pueden equivocarse, aprender y mejorar.
El aula también es un espacio ideal para trabajar la escucha activa. Hablar en público no solo implica expresarse, sino también aprender a conectar con quienes escuchan. Cuando los estudiantes se sienten escuchados por sus compañeros, aumenta su motivación para expresarse y disminuye el temor a ser juzgados.
Además, los docentes pueden incentivar la creación de proyectos colectivos donde cada integrante tenga un rol oral: entrevistar, presentar conclusiones, moderar una mesa de diálogo. Esto fomenta la colaboración y al mismo tiempo multiplica las oportunidades de practicar la comunicación frente a otros.
Más allá del aula, un aprendizaje para toda la vida
El entrenamiento en la oratoria no se limita al ámbito escolar. Los estudiantes que aprenden a hablar en público con confianza llevan esa habilidad a todas las dimensiones de su vida. Pueden expresar mejor sus emociones, defender sus ideas con respeto y comunicarse en entornos académicos, laborales y sociales.
Superar el miedo escénico también fortalece la autoestima. Cada vez que un estudiante se anima a hablar frente a otros y recibe reconocimiento, por más pequeño que sea, gana seguridad en sí mismo. Esa confianza se transforma en una base sólida para afrontar desafíos futuros.
Por eso, preparar a los adolescentes para hablar en público sin miedo no es un objetivo menor, sino un aporte a su desarrollo integral. No se trata de formar oradores perfectos, sino de acompañar un proceso donde cada joven descubra su propia voz, confíe en ella y sepa que sus palabras tienen valor.
El mundo actual exige cada vez más personas capaces de comunicar con claridad, persuadir con argumentos y generar diálogo. La escuela, como espacio de aprendizaje y encuentro, tiene la responsabilidad de abrir las puertas para que sus estudiantes encuentren en la palabra hablada una herramienta de libertad, expresión y crecimiento.