Por: Maximiliano Catalisano
Hay pocas situaciones en la vida escolar que generen tanta tensión como un examen. Aunque los estudiantes se hayan preparado, el simple hecho de estar frente a una instancia de evaluación puede despertar nervios, inseguridad e incluso miedo. El corazón se acelera, la mente se queda en blanco y las dudas aparecen de golpe. Esta experiencia, lejos de ser aislada, es compartida por miles de alumnos que ven en cada examen un desafío no solo académico, sino también emocional. Abordar estos miedos es fundamental, porque no se trata solo de rendir una prueba, sino de aprender a enfrentar situaciones de presión que se repetirán en diferentes momentos de la vida.
El miedo antes de un examen puede tener distintos orígenes. A veces surge por la falta de confianza en uno mismo, otras por experiencias negativas previas y también por la presión externa de obtener resultados altos. Lo cierto es que, sin importar la causa, si no se trabaja, este miedo puede bloquear a los alumnos y opacar su verdadero conocimiento. En lugar de demostrar lo aprendido, terminan mostrando el impacto de sus nervios.
Reconocer y validar las emociones
El primer paso para abordar los miedos es aceptar que existen y que son normales. Fingir que no pasa nada o minimizar lo que siente un estudiante no ayuda. Al contrario, puede hacer que se sienta incomprendido. Reconocer que el examen genera tensión y que esa emoción es parte del proceso es clave para restarle dramatismo. Decirle a un alumno “es normal sentir nervios” o “no estás solo en esto” abre la puerta a que pueda expresarse y encontrar alivio en compartir lo que le ocurre.
Validar las emociones no significa fomentar el miedo, sino mostrar que se puede convivir con él sin que domine la situación. Cuando el estudiante entiende que sentir ansiedad no lo hace débil, empieza a aceptar su estado y a buscar formas de gestionarlo.
Preparar con tiempo y de manera organizada
Una de las fuentes más grandes de miedo es la sensación de no estar preparado. Cuando el alumno estudia a último momento o de forma desordenada, la inseguridad se multiplica. En cambio, planificar el estudio con anticipación, dividir los contenidos en partes y repasar progresivamente genera confianza. Saber que se ha recorrido el material con calma disminuye la percepción de amenaza.
También es útil practicar con modelos de examen o simulaciones. Al exponerse a la dinámica de responder preguntas en un tiempo limitado, el estudiante se familiariza con la situación y reduce la sorpresa. Cuanto más ensayada está la experiencia, menos espacio queda para que el miedo tome el control.
Técnicas para calmar la mente y el cuerpo
El miedo no solo se siente en los pensamientos, también se manifiesta en el cuerpo: palpitaciones, sudor, temblores o sensación de vacío en el estómago. Por eso, es importante enseñar a los alumnos técnicas que ayuden a regular tanto lo mental como lo físico. Ejercicios de respiración profunda, estiramientos breves, o incluso cerrar los ojos unos segundos para recuperar calma pueden marcar una diferencia enorme en la previa de un examen.
Además, cultivar hábitos saludables durante los días anteriores es esencial. Dormir bien, alimentarse de manera adecuada y tomarse descansos durante el estudio ayudan a que el cuerpo y la mente estén en mejores condiciones para afrontar la evaluación. Muchas veces el miedo se intensifica por el cansancio acumulado o la falta de energía.
Cambiar la mirada sobre el examen
Otro punto clave es transformar la percepción que se tiene de la evaluación. Cuando un examen se interpreta como un juicio final que define el valor del estudiante, el miedo crece. En cambio, cuando se entiende como una oportunidad de mostrar lo aprendido y de identificar lo que aún se puede mejorar, la carga emocional disminuye. El docente cumple un rol fundamental en transmitir este mensaje, presentando la evaluación como parte de un proceso y no como una sentencia.
Los alumnos que aprenden a ver los exámenes de esta manera logran tomar distancia del miedo y enfocarse en el desafío académico. El cambio de mirada no ocurre de un día para el otro, pero se construye con prácticas constantes de apoyo y motivación.
El papel del acompañamiento escolar y familiar
Los miedos previos a un examen no deben ser enfrentados en soledad. Tanto los docentes como las familias tienen la posibilidad de acompañar a los alumnos, ofreciéndoles contención y apoyo. Escuchar sus preocupaciones, dar mensajes de aliento y recordarles que un examen no define su valor como personas puede aliviar enormemente la presión.
La familia, además, puede contribuir creando un ambiente adecuado para el estudio: un espacio tranquilo, horarios organizados y momentos de descanso. El apoyo emocional y la confianza que transmiten padres y madres ayudan a que el alumno sienta que, más allá del resultado, cuenta con un respaldo incondicional.
Abordar los miedos antes de un examen no significa eliminarlos por completo, sino aprender a gestionarlos. El objetivo es que los estudiantes puedan reconocer la ansiedad, aplicar estrategias para regularla y transformar esa energía en impulso para rendir mejor. La escuela tiene la responsabilidad de enseñar contenidos, pero también de brindar herramientas que preparen para enfrentar estas situaciones de la vida.
Los exámenes no solo ponen a prueba el conocimiento, también la capacidad de manejar emociones bajo presión. Cuando los alumnos aprenden a atravesar sus miedos, no solo mejoran su rendimiento escolar, sino que desarrollan una habilidad que les servirá en cada desafío futuro. Porque más allá de la nota, lo verdaderamente valioso es salir de un examen con la sensación de haber crecido en confianza y en fortaleza personal.