Por: Maximiliano Catalisano
En la era de la hiperconexión, enseñar a pensar es tan importante como enseñar a leer y escribir. Las redes sociales se han convertido en el espacio donde los jóvenes aprenden, opinan y construyen su visión del mundo. Pero en ese mismo espacio se mezclan verdades, rumores, emociones y manipulación. La alfabetización mediática surge como una herramienta esencial para que los estudiantes no solo consuman información, sino que aprendan a comprenderla, analizarla y transformarla en conocimiento propio. Educar en este campo es una necesidad urgente: formar mentes críticas capaces de convivir con la tecnología sin quedar atrapadas en ella.
La escuela tiene un papel fundamental en este proceso. Ya no alcanza con enseñar a utilizar plataformas digitales o manejar aplicaciones. La tarea educativa debe ir más allá, hacia una comprensión profunda del ecosistema informativo que rodea a los estudiantes. En este sentido, la alfabetización mediática no solo promueve el uso responsable de la tecnología, sino también el desarrollo de un pensamiento autónomo y reflexivo frente al contenido que circula cada día en redes como Instagram, TikTok, YouTube o X.
La sobreinformación y el desafío de discernir
Uno de los mayores desafíos de la actualidad es la cantidad de información que se produce y consume a diario. Los estudiantes reciben mensajes constantemente: videos cortos, titulares impactantes, memes, y noticias que se difunden a gran velocidad. En ese flujo incesante, distinguir lo verdadero de lo falso se vuelve una tarea compleja. La alfabetización mediática propone enseñar estrategias de análisis: cuestionar las fuentes, buscar evidencias, contrastar opiniones y entender el contexto detrás de cada publicación.
Cuando la escuela incorpora este tipo de prácticas, ayuda a los jóvenes a desarrollar una mirada crítica sobre los contenidos que consumen. Ya no se trata solo de advertir sobre los peligros de las redes, sino de formar usuarios conscientes capaces de decidir qué creer, qué compartir y qué ignorar. Así, la educación se transforma en un acto de empoderamiento digital, donde el conocimiento se construye desde la reflexión y no desde la repetición.
El rol docente como guía en el pensamiento crítico
El trabajo docente es clave para acompañar este aprendizaje. Enseñar alfabetización mediática implica guiar, preguntar, abrir debates y generar espacios de análisis colectivo. Las clases pueden convertirse en laboratorios donde se desarmen mensajes publicitarios, se analicen fake news o se comparen diferentes enfoques sobre un mismo hecho. Este tipo de actividades no solo mejora la comprensión lectora, sino que estimula la curiosidad intelectual y el pensamiento propio.
Además, el docente puede mostrar cómo funcionan los algoritmos que determinan qué contenidos vemos en nuestras redes. Comprender que las plataformas no son neutrales, que priorizan lo que más atrae o lo que más tiempo retiene al usuario, permite a los estudiantes tomar decisiones más conscientes sobre su consumo digital. La educación mediática, en este sentido, también es una educación para la libertad.
Construir ciudadanía digital desde la escuela
Ser ciudadano en el siglo XXI implica saber convivir con la información. La alfabetización mediática no solo prepara para interpretar los mensajes de los medios, sino también para participar activamente en ellos. Los jóvenes deben entender que cada vez que publican, comentan o comparten, están construyendo su identidad digital y contribuyendo a una conversación global. La escuela tiene la oportunidad de enseñarles a hacerlo con responsabilidad, respeto y sentido crítico.
Por eso, los proyectos escolares pueden incluir actividades como crear blogs, podcasts o campañas digitales con mensajes positivos. Estas experiencias prácticas permiten poner en juego la creatividad, la comunicación y el análisis crítico al mismo tiempo. Así, los estudiantes no solo aprenden a protegerse de la desinformación, sino también a usar las redes como herramientas de expresión y transformación social.
El futuro de la alfabetización mediática
A medida que la inteligencia artificial y los contenidos generados por algoritmos se vuelven más sofisticados, la necesidad de formar estudiantes críticos será aún mayor. La educación mediática debe actualizarse constantemente, incorporando nuevas herramientas, plataformas y modos de comunicación. El desafío no es evitar las redes sociales, sino habitarlas con criterio, ética y sensibilidad.
La alfabetización mediática es, en definitiva, una apuesta por la autonomía intelectual. Enseñar a los jóvenes a pensar lo que ven, a contrastar lo que escuchan y a reflexionar antes de compartir es preparar una generación capaz de construir una sociedad más consciente y responsable. No se trata solo de protegerlos, sino de ofrecerles las herramientas para comprender y transformar el mundo digital que los rodea.
 
							 
			 
			 
			 
			 
            
        