Por: Maximiliano Catalisano
Desde el momento en que una crisis sacude una región —ya sea un conflicto armado, un desastre natural o una emergencia sanitaria— la educación de niños, niñas y jóvenes se coloca en una posición de extrema vulnerabilidad. Sin escuelas, sin docentes formados, sin materiales, sin un entorno seguro, todos esos jóvenes pierden más que clases: pierden parte de su futuro. En este contexto, los organismos que trabajan a nivel internacional asumen un papel vital: no sólo intentan restablecer la enseñanza, sino también generar espacios protectores, apoyar a las comunidades y construir sistemas educativos que puedan resistir y adaptarse a contextos adversos. En este artículo exploraremos cómo funcionan esos mecanismos, qué retos enfrentan y qué lecciones se desprenden de experiencias reales de países golpeados por conflictos o desastres naturales.
El marco general de la educación en emergencias
La expresión “educación en emergencias” engloba la provisión de oportunidades de aprendizaje para todas las edades en situaciones de crisis —infancia, educación primaria, secundaria, incluso educación técnica y superior— y va más allá de simplemente abrir aulas: incluye protección física, apoyo psicosocial y continuidad del aprendizaje.
Los organismos internacionales reconocen que las emergencias (conflictos, fenómenos climáticos extremos, desplazamientos masivos) no sólo interrumpen los procesos educativos, sino que agravan riesgos para los niños y niñas: explotación, reclutamiento armado, abandonos escolares, pérdida de referentes.
Por ello, las intervenciones no se limitan al corto plazo, sino que muchas organizaciones combinan respuestas inmediatas —por ejemplo aulas temporales o kits de aprendizaje— con estrategias de recuperación y fortalecimiento del sistema educativo para que resista futuras crisis.
Actores principales y sus funciones
Entre los organismos internacionales que desempeñan un rol relevante están UNESCO, UNICEF, Global Partnership for Education (GPE), y redes especializadas como Inter‑Agency Network for Education in Emergencies (INEE).
Por ejemplo, la UNESCO ha puesto en marcha su marco estratégico “Migración, Desplazamiento, Emergencias y Educación 2024-2029” para apoyar a los países a responder cuando el sistema educativo se ve afectado. UNESCO+1 UNICEF, por su parte, describe la educación en emergencias como “una línea de vida” para los niños atrapados en crisis: escuelas que ofrecen no sólo aprendizaje sino apoyo psicológico, nutrición, agua y saneamiento. UNICEF El GPE interviene en países para reanudar la escolaridad rápidamente y al mismo tiempo trabajar en la reconstrucción del sistema educativo para que sea más resistente.
La INEE define los estándares mínimos que deben cumplir los programas de educación ante emergencias: un conjunto de 19 estándares que abarcan desde la preparación hasta la recuperación, orientados a garantizar aprendizaje y entorno seguro en contextos extremos.
Cómo se despliegan las respuestas en contexto adverso
Cuando ocurre una crisis, los pasos comunes que adoptan los organismos internacionales suelen incluir:
- Evaluación rápida del daño al sistema educativo: cuántas escuelas cerradas, cuántos maestros desplazados o faltantes, cuántos niños han abandonado la escuela.
- Establecimiento de espacios de aprendizaje temporales o de emergencia: aulas móviles, refugios adaptados como aulas, aprendizaje en línea si la infraestructura lo permite.
- Formación de docentes para trabajar en contexto de crisis, dotación de materiales de aprendizaje adaptados (por ejemplo, para niños desplazados) y provisión de apoyo psicosocial.
- Coordinación con gobiernos nacionales, ONGs locales y comunidades afectadas para asegurar que la respuesta sea contextualizada y tenga continuidad.
- Transición hacia la recuperación: reconstrucción de escuelas, rehabilitación de sistema educativo, integración de mecanismos para resistir futuras crisis.
Por ejemplo, en una nota reciente de Naciones Unidas se explica cómo en zonas de conflicto o desplazamiento, se han utilizado Tablet solares en Sudán para que los niños puedan aprender aun cuando las escuelas físicas estaban destruidas. Ginebra Unida Otra experiencia: la rehabilitación de infraestructuras escolares tras un desastre natural, junto a la capacitación docente, para que la escuela se convierta en un espacio seguro y de apoyo comunitario.
Lecciones que podemos extraer
De los países afectados por conflictos o desastres emergen varias enseñanzas que pueden guiar futuras intervenciones:
1. Actuar temprano. Cuanto más se demora la reapertura de espacios de aprendizaje, mayor es el riesgo de que los niños no vuelvan, lo cual puede tener implicaciones a largo plazo.
2. Adaptarse al contexto local. Un programa estándar de escuela no siempre sirve en una zona de conflicto o en un campamento de desplazados. Los organismos que mejor actúan son los que adaptan sus métodos al terreno: aprendizaje acelerado, modalidades móviles, enseñanza con menos recursos.
3. Coordinar múltiples actores. La educación en crisis no puede ser sólo tarea de un organismo internacional: requiere colaboración entre organismos multilaterales, el gobierno nacional, autoridades locales, comunidad, ONGs. La red INEE facilita este tipo de colaboración.
4. Preparar para el futuro, no sólo responder al presente. Las intervenciones más exitosas integran la reconstrucción del sistema educativo y la preparación para resistir nuevas crisis —por ejemplo, mediante infraestructura resistente, capacitación docente para crisis, currículos que contemplan emergencias.
5. Proteger a los más vulnerables. Niñas, niños con discapacidad, desplazados internos o refugiados, indígenas: suelen ser los que más sufren la interrupción educativa y requieren atención específica.
Algunos retos persistentes
A pesar de los avances, hay obstáculos que las organizaciones internacionales siguen enfrentando:
- La financiación es muy inferior a las necesidades: por ejemplo, se estima que el sector educativo recibe menos del 3 % de la ayuda humanitaria global.
- Las infraestructuras pueden estar tan dañadas que la reconstrucción se vuelve lenta, y los niños pueden perder años de escolaridad.
- Datos incompletos o poco fiables en contextos de crisis impiden una planificación adecuada y una respuesta efectiva.
- Desplazamientos masivos, inseguridad continua, o cambios abruptos del entorno dificultan mantener la continuidad del aprendizaje.
- El doble mandato de responder al corto plazo (emergencia) y al largo plazo (sistema educativo) exige estrategias distintas que a veces los organismos no logran articular plenamente.
Los organismos internacionales tienen un papel esencial en garantizar que los niños y jóvenes afectados por conflictos o desastres naturales no pierdan su derecho a la educación. Su labor implica no sólo abrir escuelas temporales, sino también trabajar con comunidades, formar docentes, asegurar espacios seguros, adaptar la enseñanza al contexto y reforzar el sistema educativo para que sea más resistente. Las lecciones aprendidas de experiencias en entornos muy afectados muestran que la clave está en la anticipación, la adaptación, la coordinación y la atención a los más vulnerables. Aunque los desafíos siguen siendo grandes —especialmente en términos de financiación y datos—, estos esfuerzos contribuyen a que la educación siga siendo un puente hacia el futuro aun en las situaciones más difíciles.
