Por: Maximiliano Catalisano

El bullying escolar se ha convertido en una de las mayores preocupaciones del siglo XXI. Ya no se trata solo de un problema entre estudiantes, sino de un fenómeno social que atraviesa fronteras, culturas y clases sociales. En las aulas, los patios y hasta en los espacios digitales, miles de niños y adolescentes sufren formas de acoso que afectan su bienestar, su autoestima y su desarrollo educativo. Sin embargo, algo está cambiando: gobiernos, escuelas y organizaciones internacionales están impulsando iniciativas globales que buscan prevenir, detectar y acompañar a quienes viven esta realidad. De Asia a América Latina, de Europa a África, el compromiso por erradicar el bullying se está convirtiendo en una causa compartida que redefine el modo en que entendemos la convivencia escolar.

En los últimos años, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha liderado campañas internacionales que promueven el respeto y la empatía en el ámbito educativo. Una de las más destacadas es el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, que se celebra cada primer jueves de noviembre. Este evento busca visibilizar la problemática y ofrecer a los países un espacio de intercambio sobre políticas y prácticas exitosas. Según datos de la UNESCO, uno de cada tres estudiantes en el mundo ha sufrido algún tipo de acoso en la escuela, lo que demuestra la urgencia de implementar políticas integrales que combinen educación emocional, capacitación docente y participación comunitaria.

Programas y enfoques en distintos continentes

En Europa, los países nórdicos han desarrollado estrategias pioneras que inspiraron programas en todo el mundo. Finlandia, por ejemplo, implementó el Programa KiVa, un modelo de intervención escolar basado en la participación activa de toda la comunidad educativa. Este programa no solo se centra en la víctima y el agresor, sino que trabaja con los testigos, fomentando la responsabilidad colectiva ante el acoso. A través de materiales didácticos, juegos interactivos y acompañamiento psicológico, las escuelas logran reducir los casos de bullying y fortalecer los vínculos entre los estudiantes. El éxito del KiVa fue tan grande que se replicó en más de veinte países, adaptándose a las características culturales de cada contexto.

En América Latina, los esfuerzos se orientan cada vez más hacia la educación emocional y la convivencia pacífica. En México, la Secretaría de Educación Pública impulsa desde hace años el programa “Escuelas sin violencia”, donde los docentes reciben formación para identificar conductas de acoso y promover la resolución pacífica de conflictos. En Argentina, se han creado observatorios y campañas nacionales para abordar el bullying y el ciberacoso, integrando la voz de los estudiantes en el diseño de las estrategias. En Brasil, el Programa de Prevención de la Violencia Escolar combina talleres, debates y mediaciones entre pares, generando espacios donde los alumnos pueden expresarse y aprender a ponerse en el lugar del otro. Estas acciones apuntan a construir una cultura escolar basada en el respeto mutuo y la escucha activa, entendiendo que prevenir el acoso es también enseñar a convivir.

Asia, por su parte, enfrenta el bullying desde una mirada integral que une educación, tecnología y familia. En Japón, el gobierno ha creado leyes específicas que obligan a las escuelas a reportar y tratar los casos de acoso, además de ofrecer líneas telefónicas de apoyo para estudiantes. Corea del Sur ha impulsado programas educativos que abordan la presión académica, las redes sociales y la salud mental, reconociendo que el bullying muchas veces está ligado a la competencia escolar o al aislamiento. En India, distintas ONGs trabajan junto a universidades para desarrollar aplicaciones que permiten denunciar de manera anónima situaciones de acoso, ofreciendo recursos psicológicos y educativos en línea para acompañar a las víctimas.

En África, las iniciativas contra el bullying escolar se han fortalecido a partir del trabajo conjunto entre gobiernos y organismos internacionales. En Sudáfrica, el programa “Safe Schools” promueve la creación de entornos educativos seguros, donde la comunidad participa activamente en la prevención del acoso y la violencia. A través de charlas, deportes comunitarios y formación en habilidades sociales, se busca generar sentido de pertenencia y solidaridad entre los jóvenes. En Kenia, proyectos educativos apoyados por UNICEF impulsan campañas de sensibilización que incluyen a las familias, entendiendo que el cambio cultural comienza tanto en el aula como en el hogar.

Un desafío que requiere cooperación y educación emocional

Uno de los grandes aprendizajes que deja la experiencia internacional es que el bullying no puede abordarse únicamente desde la sanción. Requiere una transformación profunda de la cultura escolar, donde los valores de empatía, respeto y cooperación sean parte del día a día. Las escuelas que trabajan desde esta perspectiva logran prevenir el acoso antes de que se produzca, fortaleciendo los vínculos entre los estudiantes y promoviendo el diálogo como herramienta principal. En este sentido, los programas de educación emocional están ganando protagonismo en todos los continentes, ya que ayudan a los alumnos a reconocer sus emociones, manejar conflictos y construir relaciones saludables.

Además, la tecnología se ha convertido en un nuevo frente de acción. Con el crecimiento del ciberacoso, muchas instituciones educativas están integrando la alfabetización digital en sus programas. Enseñar a los jóvenes a usar las redes con responsabilidad, a respetar la privacidad de los demás y a detectar conductas abusivas en línea es hoy tan importante como enseñar matemáticas o ciencias. Países como España, Australia y Canadá han desarrollado campañas en redes sociales donde los propios estudiantes se convierten en voceros del respeto digital, demostrando que la prevención también puede ser impulsada desde la creatividad juvenil.

Una causa global que nos interpela a todos

Las iniciativas globales para prevenir el bullying escolar no son solo políticas educativas: son movimientos sociales que buscan construir un futuro donde cada niño y adolescente pueda aprender sin miedo. Las experiencias de distintos países muestran que, cuando se unen la escuela, la familia y la comunidad, es posible cambiar la historia. El desafío está en mantener el compromiso, sostener las acciones en el tiempo y continuar aprendiendo de las buenas prácticas internacionales. La meta no es únicamente reducir las estadísticas, sino garantizar que cada estudiante se sienta valorado, escuchado y acompañado.

La lucha contra el bullying escolar no pertenece a una sola nación ni a una institución en particular. Es una tarea global que une voces, culturas y generaciones bajo una misma convicción: toda forma de violencia puede prevenirse si hay diálogo, empatía y educación. Desde las aulas de Finlandia hasta los patios de Brasil, desde los barrios de Lagos hasta las escuelas rurales de Pakistán, el mensaje es el mismo: la convivencia pacífica se aprende, se enseña y se construye entre todos.