Por: Maximiliano Catalisano

Hay momentos en la escuela que dejan huella. Uno de ellos ocurre cuando un estudiante, después de comprender un tema, se anima a explicárselo a un compañero. En ese instante sucede algo poderoso: quien enseña también aprende, y a menudo aprende mejor que antes. Este fenómeno, tan natural y tan educativo a la vez, demuestra que enseñar no es un acto reservado al docente, sino una oportunidad para que los propios alumnos se conviertan en protagonistas del conocimiento. Comprender lo que se explica a otro implica dominarlo, pero también comprender al otro, adaptar el lenguaje, encontrar ejemplos, organizar ideas y ser paciente. En ese ejercicio de empatía y pensamiento, la enseñanza se transforma en una experiencia que multiplica el aprendizaje.

Cuando los estudiantes enseñan a otros, activan procesos mentales distintos a los que se ponen en juego al escuchar o tomar apuntes. Explicar un contenido exige reorganizarlo, relacionarlo con conocimientos previos y expresarlo con claridad. Todo eso obliga a pensar en profundidad. Además, al enfrentarse a las preguntas del compañero, quien enseña se ve obligado a revisar su comprensión, a buscar nuevas formas de decir o a reconocer lo que aún no domina. En ese ida y vuelta, ambos aprenden: uno al explicar, el otro al comprender.

Aprender enseñando: una experiencia que transforma

La enseñanza entre pares no es solo una estrategia pedagógica; es una práctica que desarrolla habilidades cognitivas y sociales al mismo tiempo. En el plano intelectual, quien enseña aprende a sintetizar, a organizar ideas y a detectar los puntos centrales de un tema. Pero además fortalece su confianza, mejora su comunicación y desarrolla paciencia y empatía. En el plano emocional, la experiencia de explicar a otro genera satisfacción y sentido de utilidad. El estudiante se siente valorado, protagonista y capaz de contribuir al aprendizaje colectivo.

Los docentes que promueven estas experiencias saben que el conocimiento no circula solo en un sentido. A veces, un estudiante logra explicar de un modo más cercano lo que otro no comprendía del todo. Esa conexión horizontal potencia la comprensión porque se da entre iguales, desde un lenguaje compartido. La enseñanza entre pares no reemplaza al maestro, sino que lo complementa: convierte el aula en una red de pensamiento donde todos aportan algo.

El valor pedagógico de enseñar para aprender

Numerosos estudios en neuroeducación confirman que el cerebro consolida mejor la información cuando debe expresarla con sus propias palabras. Enseñar implica traducir la comprensión en discurso, y eso genera una huella cognitiva más profunda. En términos simples: cuando se explica algo, se aprende dos veces. Por eso, muchas metodologías activas, como el aprendizaje cooperativo o el aprendizaje basado en proyectos, integran momentos donde los estudiantes deben presentar, compartir o enseñar lo que investigaron.

Enseñar a otros también fortalece la metacognición, es decir, la capacidad de pensar sobre cómo se aprende. Cuando un estudiante tiene que explicar, se da cuenta de qué partes domina y cuáles no. Esa autoevaluación natural lo impulsa a mejorar su comprensión. Además, enseñar desarrolla la escucha activa: para ayudar a otro, primero hay que entender qué no entendió, y eso requiere atención y sensibilidad.

Desde el punto de vista social, estas experiencias promueven la colaboración y la responsabilidad compartida. El aula deja de ser un lugar donde se compite por la nota y se convierte en un espacio de ayuda mutua. Enseñar a un compañero refuerza el sentido de comunidad y transforma el aprendizaje en una tarea colectiva.

Cómo fomentar que los estudiantes enseñen a otros

Este tipo de aprendizaje no necesita grandes recursos, sino oportunidades. Puede darse en una simple explicación entre pupitres o en proyectos organizados por el docente. Algunas escuelas proponen “tutorías entre pares”, donde los estudiantes más avanzados acompañan a quienes necesitan apoyo en ciertos temas. En otras, se forman grupos donde cada integrante se especializa en un aspecto del contenido y luego lo enseña a los demás.

También se puede promover este intercambio dentro del aula con dinámicas sencillas: después de una explicación del docente, los alumnos se agrupan y se explican entre sí los conceptos más importantes. Otra alternativa es que preparen pequeñas presentaciones o materiales explicativos, como videos, resúmenes o murales, destinados a otros grupos. En todos los casos, el objetivo no es evaluar al “alumno-docente”, sino potenciar la comprensión mutua y el trabajo colaborativo.

Además de los beneficios cognitivos, este tipo de experiencias fortalece la autoestima. Un estudiante que logra enseñar a otro siente que su conocimiento tiene valor, que su esfuerzo sirve. Esa percepción de competencia es uno de los motores más poderosos para el aprendizaje continuo.

Enseñar para aprender: una lección de vida

Cuando un estudiante enseña, no solo transmite contenido: también pone en juego habilidades humanas fundamentales. Aprende a escuchar, a ponerse en el lugar del otro, a comunicar con claridad y a tener paciencia. Aprende que el conocimiento no se acumula, se comparte. En una sociedad donde muchas veces predomina el individualismo, enseñar a otros es una forma de cooperación que forma ciudadanos más empáticos y solidarios.

La escuela puede y debe aprovechar este poder pedagógico. No se trata solo de que los alumnos “ayuden” a sus compañeros, sino de entender que enseñar es parte del aprendizaje. Los grandes pensadores siempre lo supieron: solo se domina un tema cuando se es capaz de explicarlo. En la práctica escolar, esto se traduce en experiencias significativas donde cada estudiante tiene algo que aportar.

Promover que los estudiantes enseñen a otros es apostar a una escuela más participativa, donde todos son responsables del conocimiento que se construye. Quien enseña aprende, quien aprende enseña, y así se genera una comunidad donde el saber se expande y se multiplica. En definitiva, enseñar a otro es una de las formas más profundas de aprender, y también una de las más humanas.