Por: Maximiliano Catalisano
El recreo es uno de los momentos más esperados por los estudiantes. Allí se encuentran con sus compañeros, juegan, charlan y disfrutan de un espacio distinto al del aula. Sin embargo, también es en ese tiempo donde suelen aparecer discusiones, exclusiones y situaciones que generan malestar. Justamente por esa razón, el recreo se convierte en una oportunidad única para trabajar la empatía, entendida como la capacidad de ponerse en el lugar del otro, comprender lo que siente y actuar con respeto. Aprender a ser empáticos en el recreo no solo mejora la convivencia, sino que también prepara a los alumnos para relacionarse mejor en todos los ámbitos de su vida.
La importancia de mirar más allá del juego
En muchas ocasiones, los adultos suelen ver el recreo como un espacio de descanso donde los estudiantes simplemente se divierten. Pero detrás de cada juego y conversación se construyen vínculos y se ponen a prueba habilidades sociales. Cuando un niño queda afuera de un grupo de compañeros, cuando alguien se enoja porque no lo dejan participar o cuando surge una burla, el recreo se transforma en un escenario clave para enseñar empatía.
Si la escuela aprovecha estas situaciones para conversar, reflexionar y acompañar, los estudiantes entienden que no se trata solo de ganar un partido o reírse con los amigos, sino de aprender a incluir, escuchar y respetar las emociones de quienes los rodean.
Estrategias para fomentar la empatía durante los recreos
Un recurso fundamental es la observación atenta. Los docentes o preceptores que acompañan este tiempo pueden detectar momentos de tensión y transformarlos en oportunidades de aprendizaje. No se trata de intervenir para retar o sancionar, sino de invitar a reflexionar: ¿Cómo se sintió el compañero que no fue elegido?, ¿Qué podríamos hacer para que todos tengan un lugar en el juego?, ¿Cómo nos sentiríamos si estuviéramos en su lugar?
También resultan muy útiles las propuestas de juegos cooperativos. En lugar de actividades donde siempre hay un ganador y varios perdedores, se pueden organizar dinámicas en las que el grupo tenga que alcanzar un objetivo en conjunto. De esa manera, los estudiantes experimentan que divertirse no significa dejar a alguien afuera, sino disfrutar compartiendo logros.
Otra estrategia es la creación de pequeños acuerdos de recreo, construidos entre los mismos alumnos. Frases simples como “invitamos a los que están solos” o “no nos burlamos de los errores” ayudan a tener recordatorios visibles y concretos que orientan la conducta en esos momentos.
El rol de los docentes en la construcción de empatía
Aunque el recreo parece un espacio libre, el acompañamiento adulto es clave para que se convierta en un lugar de crecimiento. El docente o el preceptor no están allí solo para vigilar, sino para guiar. Mostrar interés por lo que hacen los estudiantes, preguntar cómo se sienten, mediar en conflictos con preguntas que promuevan la reflexión y reforzar las conductas positivas son acciones que marcan la diferencia.
Además, es importante que los adultos sean modelos de empatía. La manera en que escuchan, respetan y se comunican entre ellos también enseña. Los estudiantes observan y aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan en discursos formales.
Beneficios de trabajar la empatía en los recreos
Cuando los estudiantes aprenden a ser empáticos en los recreos, el clima de la escuela mejora notablemente. Disminuyen las exclusiones y los conflictos, y aumentan las actitudes de cuidado mutuo. Los niños y adolescentes se animan a invitar a quienes están solos, se muestran más solidarios ante un compañero que se frustra y comprenden que cada juego es más divertido cuando nadie queda afuera.
Estos aprendizajes se trasladan al aula y a la vida cotidiana. La empatía desarrollada en el recreo se refleja en trabajos grupales, en discusiones académicas y en la forma de relacionarse con la familia y los amigos. En definitiva, se trata de una competencia para toda la vida que se empieza a cultivar en pequeños gestos durante esos minutos de descanso.
Hacia un recreo como espacio educativo
El recreo no debe pensarse únicamente como un intervalo entre clases. Si se lo acompaña con propuestas, acuerdos y presencia adulta, se convierte en un escenario pedagógico donde los estudiantes aprenden a convivir mejor. Trabajar la empatía en ese tiempo es enseñar a los niños y adolescentes a mirar alrededor, reconocer lo que sienten los demás y actuar de manera respetuosa.
La escuela, al valorar este aspecto, transmite un mensaje fundamental: tan importante como aprender matemáticas o lengua es aprender a convivir, y la empatía es el camino más sólido para lograrlo. En ese sentido, cada recreo puede ser un laboratorio de experiencias sociales que preparen a los estudiantes para construir vínculos más sanos y responsables en el futuro.