Por: Maximiliano Catalisano
Hay momentos en los que la vocación docente se pone a prueba de manera intensa. No es lo mismo enseñar en un aula con recursos, acompañamiento y un clima favorable que hacerlo en un entorno donde los problemas sociales, económicos o emocionales atraviesan cada jornada. Sin embargo, en medio de esas dificultades, hay docentes que siguen buscando formas de transmitir conocimientos, de conectar con sus alumnos y de sostener el deseo de enseñar. La pregunta que surge es cómo mantener viva esa motivación cuando las condiciones parecen jugar en contra.
El peso de los contextos desafiantes
La escuela no es una burbuja aislada de la realidad. Lo que ocurre en el barrio, en las familias y en la sociedad impacta directamente en el aula. Cuando la pobreza, la violencia o la falta de oportunidades marcan el día a día, la tarea docente se vuelve mucho más compleja. A veces no alcanza con planificar clases creativas o tener buena predisposición, porque la atención de los estudiantes está puesta en sobrevivir a situaciones que exceden lo escolar. En ese escenario, el desgaste de los docentes es comprensible, pero también aparece la oportunidad de encontrar un sentido renovado en la tarea.
La importancia de recordar el propósito
Una de las formas más potentes de sostener el deseo de enseñar en contextos difíciles es recordar el propósito original que llevó a elegir esta profesión. La docencia es, en gran parte, un compromiso con transformar la vida de las personas a través de la educación. Cuando un maestro se conecta con esa motivación interna, incluso en medio de los problemas, puede encontrar energía para seguir adelante. Reconocer cada pequeño avance en los estudiantes y celebrar logros cotidianos, aunque parezcan mínimos, ayuda a no perder de vista el impacto que se está generando.
Crear vínculos que dan sentido
El deseo de enseñar no se sostiene únicamente en el contenido académico, sino en los vínculos que se construyen con los alumnos. Un docente que se preocupa genuinamente por sus estudiantes logra convertirse en una referencia importante en sus vidas. Muchas veces, lo que mantiene la motivación es ver cómo un alumno que parecía distante empieza a confiar, o cómo alguien que estaba desmotivado recupera el interés gracias a un gesto de apoyo. Estos vínculos son el motor que alimenta la perseverancia docente en los entornos más difíciles.
Estrategias para no caer en el agotamiento
Sostener la motivación no significa negar el cansancio o el desgaste. Es importante que los docentes cuenten con espacios de apoyo, ya sea dentro de la institución o a través de colegas con quienes compartir experiencias. Conversar, intercambiar recursos y apoyarse mutuamente ayuda a disminuir la sensación de soledad que a veces pesa en el aula. También es fundamental que el docente cuide su propio bienestar: descansar, poner límites, organizar tiempos personales y permitirse momentos de desconexión son pasos necesarios para no perder la pasión por enseñar.
La creatividad como refugio
En los contextos difíciles, donde los recursos suelen ser escasos, la creatividad se convierte en un refugio. Muchos docentes descubren que innovar con lo que se tiene a mano genera un fuerte impacto en sus alumnos. Una actividad diferente, una dinámica inesperada o el uso de materiales cotidianos con fines pedagógicos pueden despertar el interés y crear experiencias significativas. Al innovar, el docente también se revitaliza, porque siente que está explorando caminos nuevos y mantiene viva la chispa de la enseñanza.
Cuando la enseñanza trasciende lo académico
En contextos adversos, enseñar va mucho más allá de transmitir conocimientos. Muchas veces se trata de brindar contención, de ofrecer un espacio seguro, de ser un referente confiable. En esos casos, el docente no solo enseña matemáticas, lengua o ciencias, sino que también enseña valores, formas de convivencia y estrategias para enfrentar la vida. Comprender que la tarea educativa tiene una dimensión humana tan importante permite sostener el deseo de enseñar aun cuando los resultados académicos no se vean de inmediato.
Un aprendizaje también para el docente
Enseñar en entornos difíciles no solo transforma a los estudiantes, también transforma al docente. La resiliencia que se desarrolla, la capacidad de adaptación y la sensibilidad hacia las realidades ajenas se convierten en aprendizajes personales de enorme valor. Muchos maestros, al mirar hacia atrás, reconocen que fue en esos contextos donde descubrieron de qué eran capaces, y donde comprendieron la verdadera dimensión de su vocación.
En definitiva, sostener el deseo de enseñar en contextos difíciles implica combinar propósito, vínculos, creatividad y cuidado personal. No se trata de negar la dureza de la realidad, sino de encontrar en ella motivos renovados para seguir adelante. Cada gesto, cada palabra, cada clase puede ser la diferencia en la vida de un estudiante. Y recordar eso es, quizás, el combustible más poderoso para mantener viva la pasión por enseñar, aun en medio de las pruebas más duras.