Por: Maximiliano Catalisano
En la vida escolar hay situaciones que marcan profundamente la relación entre alumnos y docentes. Una de las más delicadas ocurre cuando un profesor pierde la confianza de su grupo. Esa falta de credibilidad no siempre surge de un error puntual, a veces se va gestando con el tiempo: una promesa que no se cumplió, una actitud percibida como injusta, una distancia emocional que crece día a día o un estilo de enseñanza que ya no logra sostener la atención. Recuperar ese lazo no es imposible, pero requiere reconocer lo ocurrido y trabajar de manera consciente para reconstruirlo.
La credibilidad de un docente es el puente que permite que el conocimiento llegue de verdad a los estudiantes. Cuando ese puente se rompe, la enseñanza se vuelve frágil, el interés se diluye y el aula se convierte en un espacio donde predominan la desconfianza y la apatía. No se trata solo de transmitir contenidos, sino de sostener un vínculo humano que haga posible el aprendizaje.
Por qué se pierde la confianza
Existen diferentes motivos por los cuales un grupo de alumnos deja de confiar en un docente. En algunos casos, la causa está en la falta de coherencia entre lo que el profesor dice y lo que hace. Cuando las palabras no coinciden con las acciones, los estudiantes perciben contradicciones que afectan la credibilidad.
Otra causa frecuente es el trato desigual. Los alumnos observan con atención cómo se distribuye la atención en el aula, cómo se resuelven los conflictos y cómo se reconocen los logros. Si sienten que hay favoritismos, la relación se resiente. También influye la manera en que el docente maneja los errores propios. Negar una equivocación o evitar asumir responsabilidades debilita la confianza.
No menos importante es el estilo de enseñanza. Si las clases se vuelven rutinarias, poco claras o desconectadas de los intereses de los alumnos, la percepción de falta de compromiso se instala. Para los estudiantes, aburrirse repetidamente no es solo un problema de motivación, también lo viven como señal de que el profesor no se esfuerza por ofrecer lo mejor de sí.
El impacto en el aula
Cuando la confianza se quiebra, las consecuencias se notan rápidamente. Los alumnos participan menos, cuestionan más y se muestran reticentes a seguir consignas. La relación se llena de tensión, y cada indicación del docente es recibida con desinterés o resistencia. Esto no solo dificulta la dinámica de las clases, también afecta al propio profesor, que experimenta frustración y desgaste emocional.
La pérdida de credibilidad genera un clima donde el aprendizaje queda en segundo plano. En lugar de enfocarse en los contenidos, tanto estudiantes como docente quedan atrapados en un círculo de desconfianza. Por eso, atender a esta situación no es opcional, sino indispensable para que la escuela cumpla con su sentido de ser un espacio de encuentro y crecimiento.
Pasos para reconstruir la confianza
El primer paso es reconocer la situación. Un docente que intenta ignorar la pérdida de credibilidad solo profundiza la distancia con sus estudiantes. La sinceridad es un punto de partida poderoso: admitir errores, mostrar disposición a mejorar y abrir canales de diálogo permite que los alumnos vean voluntad de cambio.
La coherencia entre palabras y acciones es fundamental. Si el profesor promete algo, debe cumplirlo. Si plantea reglas, debe aplicarlas de manera justa y constante. Cada gesto de cumplimiento refuerza la idea de que se puede volver a confiar en su palabra.
La escucha activa es otro pilar. Preguntar a los estudiantes qué sienten, qué esperan y qué propuestas tienen, no significa perder autoridad, sino ganar cercanía. Muchas veces los alumnos valoran más ser escuchados que obtener soluciones inmediatas.
Revisar las prácticas de enseñanza también es clave. Renovar actividades, buscar nuevas formas de explicar, incorporar recursos variados y mostrar entusiasmo por la materia puede sorprender a los estudiantes y abrir un nuevo capítulo en la relación. El mensaje implícito es claro: “estoy dispuesto a mejorar para ustedes”.
Finalmente, es importante sostener la calma y la paciencia. La confianza no se recupera de un día para otro. Se reconstruye poco a poco, con consistencia y tiempo. Cada clase es una oportunidad para demostrar que el cambio es real y no una simple estrategia pasajera.
El papel de la institución y las familias
Un docente no está solo en este proceso. La escuela, a través de su equipo directivo y de sus colegas, puede ofrecer acompañamiento. Espacios de reflexión compartida, observación de clases y estrategias de apoyo permiten que el profesor no se sienta aislado en su intento de recuperar la confianza.
Las familias también influyen. Cuando un alumno llega a casa con quejas constantes, la visión de los padres se forma en base a esas experiencias. Una comunicación abierta entre docentes y familias ayuda a explicar lo que se está haciendo para mejorar y a reforzar la importancia de valorar los esfuerzos de cambio.
Una oportunidad de aprendizaje
Perder credibilidad es un golpe duro, pero también puede transformarse en una oportunidad para crecer como docente. Recuperar la confianza exige humildad, autocrítica y creatividad, valores que enriquecen la tarea educativa. Además, transmitir con hechos que es posible reconstruir vínculos rotos se convierte en una lección de vida para los propios estudiantes.
Los alumnos aprenden, a través de esta experiencia, que las personas pueden equivocarse, pero también pueden rectificarse, que las relaciones se pueden reparar y que la confianza no se pierde para siempre. De ese modo, el proceso de reconstrucción deja una huella que va más allá de los contenidos escolares y que aporta enseñanzas para la vida.