Por: Maximiliano Catalisano

Cada mañana, cuando el timbre suena, el preceptor ya está en el pasillo saludando a cada estudiante por su nombre, conociendo sus preocupaciones, recordando los avisos y sosteniendo con paciencia la rutina escolar. Aunque muchos piensan que el rol del preceptor es solo tomar asistencia y controlar el orden, la normativa y las funciones reales muestran que su trabajo es mucho más profundo, acompañando trayectorias, cuidando vínculos, organizando la vida diaria en la escuela y siendo puente entre estudiantes, docentes y familias. Comprender qué dice la normativa sobre su rol permite fortalecer su tarea, valorar su lugar en la comunidad educativa y organizar mejor las acciones de acompañamiento en cada escuela.

El preceptor es un trabajador de la educación que integra el equipo de conducción intermedia, con funciones específicas que varían según cada jurisdicción pero que mantienen un mismo espíritu: sostener el funcionamiento del grupo de estudiantes, acompañar las trayectorias, garantizar el registro de asistencias y colaborar con la comunicación entre familias y la escuela. En la normativa de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, se destaca que el preceptor no es un mero auxiliar administrativo, sino un educador que colabora en la formación integral de los estudiantes.

Entre sus funciones se encuentra la asistencia a actos escolares, la organización de la documentación, el acompañamiento en actividades extracurriculares, el registro de llegadas tardes y salidas anticipadas, y la participación en reuniones de equipo para compartir información relevante sobre la situación de cada estudiante. El preceptor es responsable de llevar la planilla de asistencia diaria, de realizar el seguimiento de las inasistencias y de informar a las familias cuando es necesario, articulando con el equipo directivo y de orientación.

Además de estas funciones organizativas, la normativa contempla la función pedagógica del preceptor, que implica acompañar a los estudiantes en el proceso de adaptación a la vida escolar, orientar en la organización del estudio, colaborar en la prevención de situaciones de conflicto y participar en la construcción de un clima de respeto en la institución. El preceptor, en muchas ocasiones, es quien detecta a tiempo cambios en el comportamiento de los estudiantes, ausencias reiteradas, dificultades de integración y situaciones que pueden requerir la intervención de otros actores de la escuela.

El preceptor también participa en reuniones de articulación con docentes para compartir información sobre el desempeño y las necesidades de los estudiantes, contribuyendo a que las decisiones pedagógicas se tomen considerando el contexto personal y familiar de cada uno. Su rol de acompañamiento se refuerza al participar en la elaboración de informes, en el seguimiento de trayectorias y en la comunicación con las familias, informando con claridad las situaciones que se presentan y ofreciendo un canal de diálogo constante.

La normativa también establece que el preceptor debe conocer y aplicar el reglamento de convivencia de la institución, promoviendo el respeto y la buena convivencia en los espacios comunes, interviniendo cuando se presentan conflictos y favoreciendo la reflexión entre los estudiantes. Su presencia en los pasillos, en los recreos y en las entradas y salidas de la escuela no es un simple control, sino una forma de estar disponible para escuchar, orientar y acompañar, siendo referencia para estudiantes y familias.

En muchas escuelas, el preceptor participa en la planificación de actividades de integración, proyectos solidarios, jornadas de reflexión y propuestas culturales, mostrando que su tarea excede la asistencia y se vincula con el acompañamiento de las trayectorias escolares. La normativa, al contemplar estas funciones, reconoce que su tarea es parte del proceso educativo y que su rol es valioso para sostener el acompañamiento de cada estudiante en su paso por la escuela secundaria.

La normativa también establece que el preceptor debe mantener la confidencialidad de la información que maneja, cuidando la privacidad de cada estudiante y actuando con responsabilidad en la transmisión de datos a las familias y a otros actores institucionales. Este cuidado en el manejo de la información contribuye a generar un vínculo de confianza entre el preceptor y los estudiantes, fortaleciendo el acompañamiento.

Además, en muchas jurisdicciones, se reconoce la importancia de la capacitación permanente para preceptores, ofreciendo instancias de formación que permitan actualizar conocimientos, reflexionar sobre las prácticas y mejorar las estrategias de acompañamiento. Este aspecto es clave para que el preceptor pueda sostener su rol con herramientas actualizadas, adaptándose a las nuevas realidades de los estudiantes y a las demandas que surgen en la escuela.

Comprender qué dice la normativa sobre el rol del preceptor permite visibilizar su importancia en el entramado escolar y en la construcción de un clima institucional que favorezca el aprendizaje y la participación. Reconocer que el preceptor no es solo quien toma lista o controla la disciplina, sino quien acompaña, escucha, orienta y organiza la vida escolar, ayuda a fortalecer su tarea y a integrar su rol en los proyectos institucionales.

En cada jornada escolar, el preceptor se convierte en testigo de los pequeños logros de los estudiantes, en sostén de quienes atraviesan dificultades y en un referente de la escuela para cada familia. Su tarea silenciosa pero constante deja huellas en la trayectoria de cada estudiante, demostrando que su rol es un pilar en la escuela secundaria.

La normativa, al establecer sus funciones, reconoce la importancia de este trabajo y la necesidad de sostenerlo con condiciones de respeto, capacitación y claridad en los marcos de acción. Valorar este rol en la escuela permite construir espacios donde cada estudiante se sienta acompañado y donde el aprendizaje sea parte de una experiencia escolar que deje huellas positivas en quienes transitan la secundaria.