Por: Maximiliano Catalisano

En muchas aulas del mundo, la tiza y el pizarrón ya no son los únicos protagonistas. Las herramientas digitales han empezado a ocupar un lugar cada vez más central, abriendo nuevas formas de enseñar y aprender. Pero no se trata de sumar tecnología por moda, sino de integrar recursos que realmente permitan mejorar la experiencia educativa. En esta nota te compartimos una selección de herramientas digitales pensadas para docentes, que ayudan a organizar clases, estimular la participación, y abrir la puerta a un aprendizaje más dinámico.

La tecnología en el aula no reemplaza al docente. Lo potencia. Y su valor no está en la novedad, sino en cómo permite resolver problemas concretos del día a día: falta de atención, desorganización, poco tiempo para corregir, dificultad para personalizar las actividades o lograr que los estudiantes participen más. Las plataformas digitales y aplicaciones educativas pueden colaborar con todo eso si se usan con intención pedagógica.

Una de las herramientas más usadas por docentes en todo el mundo es Kahoot!, una plataforma para crear juegos de preguntas con formato de quiz que los estudiantes responden desde sus dispositivos. Es rápida, visual y genera un ambiente de competencia sana que suele despertar entusiasmo, incluso en los más retraídos. Funciona bien para repasar contenidos, introducir temas nuevos o evaluar de forma lúdica.

Otra aplicación muy útil es Padlet, una especie de muro colaborativo digital donde se pueden compartir imágenes, enlaces, opiniones o documentos. Puede servir para construir líneas de tiempo, reunir información sobre un tema o trabajar en proyectos grupales. Lo interesante es que cada estudiante puede participar en tiempo real, y el resultado final queda disponible para todos.

Para organizar las clases, hacer presentaciones atractivas o crear materiales más visuales, muchos docentes recurren a Canva. Esta herramienta gratuita permite diseñar desde fichas de trabajo hasta infografías o rúbricas personalizadas. También se puede invitar a los estudiantes a diseñar sus propios contenidos, lo que fortalece la autonomía y la creatividad.

A la hora de evaluar o realizar seguimiento del progreso, Google Forms se ha convertido en un clásico. Con esta herramienta se pueden crear formularios, encuestas y exámenes con autocorrección, lo cual ahorra mucho tiempo de revisión. Además, permite recopilar estadísticas y ajustar las propuestas según los resultados.

Otro recurso interesante es Flip (antes Flipgrid), que propone el uso de videos breves para responder preguntas, presentar trabajos o compartir opiniones. Esta opción es ideal para quienes se sienten más cómodos hablando que escribiendo, y también es una forma de ejercitar la expresión oral.

El uso de Jamboard, la pizarra colaborativa de Google, también ha ganado terreno. Es perfecta para clases virtuales, pero también puede emplearse en clases presenciales con pantallas o proyectores. Sirve para hacer mapas conceptuales, lluvia de ideas o resolver problemas en grupo, todo al mismo tiempo y desde distintos dispositivos.

Para quienes buscan dinamizar el aprendizaje de idiomas, Quizlet ofrece tarjetas de estudio interactivas, juegos y evaluaciones autogeneradas. También es útil en materias como historia o ciencias naturales, ya que permite trabajar con definiciones, imágenes y asociaciones conceptuales.

Además de las herramientas concretas, es importante contar con plataformas que integren la gestión del aula. Google Classroom y Edmodo son dos entornos virtuales que permiten subir tareas, enviar comentarios, evaluar y organizar toda la comunicación con los estudiantes de forma centralizada. No solo ahorran tiempo, sino que mejoran la continuidad pedagógica cuando los estudiantes faltan o necesitan repasar.

La clave no está en usar muchas herramientas, sino en elegir las más adecuadas según el grupo, la edad, la materia y el objetivo de aprendizaje. A veces, una sola aplicación bien utilizada puede generar un cambio profundo en la dinámica del aula.

También es necesario tener en cuenta que toda herramienta digital requiere un tiempo de exploración y práctica. No se trata de dominar todo de entrada, sino de avanzar paso a paso, probar con un grupo, ajustar según los resultados, y seguir aprendiendo. Incluso se puede invitar a los propios estudiantes a colaborar en ese proceso.

La tecnología no garantiza el aprendizaje, pero puede convertirse en un canal para que los estudiantes se involucren más, expresen mejor sus ideas y se sientan parte activa de la clase. El desafío está en mantener el foco pedagógico y no perder de vista el sentido de lo que se enseña. La herramienta siempre debe estar al servicio del propósito.

En contextos con conectividad limitada, también es posible usar algunas de estas aplicaciones en modo offline o descargar los materiales para trabajar sin internet. Lo importante es que la inclusión de tecnología no genere desigualdades, sino que abra posibilidades para todos los estudiantes.

A futuro, es probable que nuevas herramientas sigan apareciendo. Pero más allá de la innovación, lo que se valora es el criterio con el que se eligen. Un buen docente sabe que enseñar con tecnología no es lo mismo que enseñar tecnología. Y que lo digital puede enriquecer el aula solo si se integra con sensibilidad y creatividad.