Por: María Gabriela Müller

Uno de los recursos más valiosos que tienen los equipos directivos para conocer a fondo el funcionamiento de sus instituciones es la Planta Orgánico Funcional Analítica, más conocida como POFA. Aunque muchas veces se la percibe como una simple exigencia burocrática, su verdadero potencial radica en la capacidad de ofrecer información precisa y estratégica para tomar decisiones pedagógicas y organizativas. Se trata de un formulario cuyo formato depende del nivel o la modalidad. Su contenido incluye las características edilicias, infraestructura escolar, recursos, oferta académica, evolución de la matrícula, nominalización de docentes y personal auxiliar y administrativo, su situación de revista, etc.

Elaborar la POFA anualmente implica reunir una amplia variedad de datos, tanto cuantitativos como cualitativos. Para hacerlo, es necesario consultar distintas fuentes como estados administrativos, formularios de POFA de años anteriores, relevamientos anuales, entre otros. Este proceso, si se realiza con compromiso y mirada reflexiva, se convierte en una instancia fundamental para comprender en profundidad las dinámicas escolares. Sin embargo, en la práctica cotidiana, no es extraño que esta tarea sea vista como una carga repetitiva, desconectada de los objetivos pedagógicos. Esa visión suele restarle valor a una herramienta que, bien utilizada, puede convertirse en una brújula para la gestión institucional. La clave está en superar la lógica del “cumplimiento por obligación” y resignificarla como una oportunidad de lectura y mejora pedagógica.

¿Qué nos permite la POFA cuando se la analiza con una mirada pedagógica? Nos da una “foto” actualizada de nuestra escuela: sus fortalezas, sus debilidades, sus desafíos. Con esa información, es posible tomar decisiones que no solo impacten en la organización del trabajo, sino también en la calidad de la enseñanza y las trayectorias de las y los estudiantes.

Por eso, es primordial que los equipos directivos desarrollen una actitud analítica y flexible frente a estos instrumentos. Usar los datos para mantener lo que funciona, transformar lo que obstaculiza y estar abiertos a innovar, permite que cada plan de intervención  sea también una oportunidad de crecimiento. Si la “foto” de nuestra escuela no es lo que queremos, podemos usarla como base para la mejora. La lectura pedagógica es un paso imprescindible para ello.

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