Por: Maximiliano Catalisano

Los conflictos escolares no son un problema a evitar a toda costa, sino una oportunidad para mirar de cerca lo que está pasando en la escuela y construir mejores formas de convivencia. Para quienes forman parte de la conducción, cada conflicto que se presenta trae consigo tensiones, demandas de respuestas rápidas, miradas diferentes sobre un mismo hecho y la necesidad de actuar con calma, claridad y respeto hacia todos los involucrados. Entender cómo se gestiona un conflicto escolar desde la conducción implica pensar en decisiones que cuiden a los estudiantes, acompañen a las familias y sostengan a los docentes, al mismo tiempo que preserven el clima institucional y promuevan aprendizajes de convivencia en cada paso.

Cuando surge un conflicto en la escuela, el primer paso es reconocerlo. Negar el conflicto o minimizarlo solo posterga su resolución y puede agravar la situación. La conducción necesita estar atenta a lo que sucede en las aulas, en los pasillos y en cada espacio de la escuela para identificar los momentos en los que es necesario intervenir. Esto implica escuchar con atención a quienes traen la situación, sin tomar partido de manera apresurada, y comprender que cada conflicto tiene múltiples miradas que deben ser consideradas antes de tomar decisiones.

Una vez identificado el conflicto, es importante recopilar información clara y precisa sobre lo sucedido. Para ello, se pueden realizar entrevistas breves con los involucrados, siempre en un clima de respeto, brindando un espacio donde puedan expresarse y explicitar lo que ocurrió desde su perspectiva. Es importante mantener la confidencialidad de la información y evitar comentarios que circulen de manera informal entre el personal, resguardando a quienes participan de la situación.

Desde la conducción, gestionar un conflicto implica mantener la calma y no dejarse llevar por la urgencia del momento. En muchos casos, las familias solicitan respuestas inmediatas, los docentes esperan orientación y los estudiantes atraviesan emociones que requieren contención. Mantener una comunicación clara y sincera con cada actor es un paso fundamental, explicando que se está analizando la situación, que se actuará de manera justa y que se tomarán medidas en función de la normativa y del cuidado de todos.

Conocer la normativa vigente sobre convivencia escolar es indispensable. Cada jurisdicción cuenta con marcos normativos que orientan las intervenciones ante situaciones conflictivas. Estos documentos establecen procedimientos, tiempos y responsabilidades que la conducción debe seguir, así como también orientaciones sobre la aplicación de medidas de carácter formativo. La normativa permite tomar decisiones fundamentadas que resguarden tanto los derechos de los estudiantes como las condiciones de trabajo de los docentes.

La comunicación con las familias debe ser clara, respetuosa y basada en los hechos. Es importante evitar comentarios subjetivos y juicios de valor que puedan escalar la situación. Explicar los pasos que se están siguiendo, cuáles serán las instancias de diálogo y de resolución, y mantenerlas informadas sobre las decisiones adoptadas genera confianza y reduce tensiones. La conducción puede invitar a las familias a participar de encuentros de diálogo en los que se propicie la escucha mutua y la búsqueda de acuerdos que favorezcan la continuidad escolar de los estudiantes.

En muchos casos, los conflictos escolares requieren del trabajo conjunto con los equipos de orientación escolar o con otros referentes institucionales que puedan aportar estrategias de acompañamiento. Estos equipos pueden realizar intervenciones con los estudiantes para reflexionar sobre lo sucedido, proponer acuerdos de convivencia, brindar espacios de escucha y colaborar en la prevención de futuras situaciones similares.

La gestión de un conflicto desde la conducción implica también mirar el contexto institucional. Es necesario preguntarse qué factores pueden estar influyendo en la aparición de estos conflictos, si se trata de hechos aislados o si forman parte de situaciones repetidas que requieren intervenciones más profundas en el proyecto institucional. En algunos casos, los conflictos pueden ser la manifestación de necesidades no atendidas de los estudiantes, de dificultades en los vínculos, de problemas de comunicación o de situaciones familiares complejas.

Una herramienta importante en la resolución de conflictos es la elaboración de acuerdos de convivencia que permitan establecer con claridad las pautas de funcionamiento dentro de la escuela. Estos acuerdos no deben ser impuestos de manera unilateral, sino construidos de manera participativa con estudiantes, docentes y familias, favoreciendo el compromiso de todos en su cumplimiento y en la búsqueda de un clima de respeto y cuidado mutuo.

Es importante comprender que no todos los conflictos tienen soluciones rápidas. En muchos casos, se requiere de un proceso de seguimiento, acompañamiento y evaluación de las medidas tomadas. La conducción puede planificar instancias de revisión con los docentes y con los equipos de orientación para analizar cómo evolucionan las situaciones y ajustar las estrategias cuando sea necesario.

Gestionar un conflicto escolar desde la conducción también significa sostener la autoridad pedagógica de manera clara y cercana. Esto implica tomar decisiones, asumir la responsabilidad de la conducción y acompañar a todos los actores con respeto, sin descalificaciones ni exposiciones innecesarias. Cada decisión tomada debe buscar preservar la dignidad de quienes participan de la situación y cuidar el clima escolar.

Los conflictos en la escuela no desaparecen por evitarlos, se transforman cuando se los asume como una oportunidad para crecer como comunidad educativa. La conducción, al gestionar los conflictos con compromiso, comunicación clara, escucha activa y respeto por la normativa, se convierte en una referencia para toda la comunidad, mostrando que es posible construir un clima escolar donde los desacuerdos se transformen en aprendizajes y donde cada persona encuentre un lugar de cuidado y escucha.