Por: Maximiliano Catalisano
Armar una planificación didáctica flexible no es simplemente sentarse a escribir fechas, temas y actividades en un cuadro. Es pensar en cada grupo de estudiantes, en sus tiempos, en sus necesidades y en la realidad que atraviesa la escuela. Una planificación didáctica flexible permite anticipar el trabajo del aula sin perder de vista que, en educación, siempre surgen imprevistos, cambios y adaptaciones que deben contemplarse. Tener un esquema claro, adaptable y realista ahorra tiempo y ayuda a que cada clase tenga un sentido, sin convertirse en un guion rígido que termine estresando a docentes y estudiantes.
Para comenzar, la planificación debe tener un propósito claro. Pensar qué queremos lograr con nuestros estudiantes, qué competencias y saberes deben desarrollar en un período determinado, y qué recursos tenemos para acompañar ese proceso. No es lo mismo planificar para un ciclo con buena conectividad que para un aula donde se cuenta con recursos limitados. Una planificación flexible tiene en cuenta las posibilidades reales de la escuela y de cada docente.
Luego se definen los contenidos prioritarios, aquellos que se consideran fundamentales para que los estudiantes avancen en su trayectoria escolar, y que se pueden profundizar de distintas maneras según las circunstancias de cada clase. Al seleccionar estos contenidos, se pueden pensar actividades variadas, que incluyan instancias de exploración, producción, reflexión y cierre, con propuestas que se puedan ajustar en tiempo y forma.
Una planificación didáctica flexible contempla alternativas. Por ejemplo, si un día no es posible proyectar un video por falta de electricidad, se puede contar con una lectura impresa como respaldo. Si surge un interés particular en el grupo, se pueden dedicar unos minutos para profundizar esa curiosidad sin descuidar los contenidos previstos. Es importante que la planificación sea una hoja de ruta y no una cadena de pasos inamovibles.
Al organizar los tiempos, es recomendable distribuir los contenidos en tramos semanales o quincenales, dejando espacios de flexibilidad para repaso, profundización o Re enseñanza. Estos márgenes permiten adecuar el ritmo de las clases a las necesidades reales de los estudiantes, evitando acumular actividades sin sentido y generando un aprendizaje más significativo.
La planificación didáctica flexible también debe contemplar la evaluación como parte del proceso, no solo como una instancia final. Esto permite ajustar lo planificado, retroalimentar a los estudiantes y modificar actividades si se detecta que necesitan más práctica en algún contenido o si ya están preparados para avanzar.
Registrar las observaciones durante las clases ayuda a construir una planificación flexible. Anotar qué actividades funcionaron mejor, cuáles motivaron más al grupo y qué obstáculos aparecieron, permite que la planificación se ajuste en tiempo real, haciéndola un recurso vivo, no un papel que se archiva y se olvida.
Al momento de escribirla, se puede utilizar un formato simple con fecha, contenido, actividades propuestas, recursos y observaciones. Esto facilita la lectura rápida y permite tachar o ajustar actividades según se vayan realizando. Si se usa en formato digital, se puede actualizar en cada clase con comentarios que orienten las próximas semanas.
Una planificación flexible no significa improvisar, sino organizarse con apertura a las situaciones que puedan aparecer. Es la diferencia entre un docente que tiene claro el rumbo y puede adaptarse, y uno que se ve desbordado ante cualquier cambio de rutina.
En tiempos donde las realidades escolares son diversas, contar con una planificación didáctica flexible es una herramienta que cuida la tarea docente y permite que el aprendizaje se sostenga, incluso cuando surgen imprevistos o cambios institucionales.
También permite trabajar en equipo, compartiendo las planificaciones con colegas del mismo año o área, para unificar criterios, compartir materiales y proponer actividades conjuntas que se adapten a cada grupo.
Finalmente, es importante que cada docente pueda revisar su planificación al finalizar un trimestre, analizando qué objetivos se lograron, qué actividades fueron más significativas y qué aspectos se pueden mejorar. De esta forma, la planificación flexible se convierte en un instrumento de mejora continua, al servicio de los estudiantes y de la tarea diaria en el aula.